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  • domingo 08 de diciembre del 2024

#Editorial En el país de la megadiversidad cultural

01 de junio del 2016

mega
Nunca será ocioso recordarles a los padres de familia, a los maestros, a los políticos y —en general— a todos los que deciden y mandan, algo tan elemental y lúcido que dijo el sabio Marco Tulio Cicerón unos 50 años antes de Cristo: “Dios le dio al hombre una sola boca y dos oídos para que hable menos y escuche más”

  • Lo recordamos al observar —una vez más— que en especial  nuestros líderes políticos, por no saber escuchar y dialogar seriamente con todos los peruanos, no tienen una cabal comprensión de la megadiversa realidad natural y cultural del país; por lo que  los solemnes  diagnósticos y recetas que esgrimen —con habilidad de  pirotécnicos— en cada campaña electoral, suelen  fracasar cuando —desde el poder— tratan de aplicarlos en esa incomprendida realidad.
  • En tal sentido, por estar  en la antesala de un nuevo cambio de gobierno, cabe recordar lo siguiente:

1) El Perú se distingue en el mundo por ser el país natural y culturalmente más heterogéneo en proporción con el mediano tamaño de su territorio.

  • En lo natural, de las 104 zonas de vida identificadas hace más de 50 años por Leslie Holdridge en el planeta, nuestro país tenía 85,más 15 en transición. Paralelamente, de los 32 climas registrados en el orbe, teníamos o tenemos nada menos que 28. Aún más, es posible que por el influjo del cambio climático se hayan incrementado nuestras zonas de vida.
  • Y en el aspecto cultural, la radiografía es aún más interesante: con motivo del Decenio Internacional de los Pueblos Indígenas, en el 2004 el ahora extinto Instituto Indigenista Peruano sacó un mapa-estudio  que reportaba la existencia de 72 grupos etnolinguísticos o naciones originarias en nuestro país (hoy se sabe que en el ranking mundial nos sigue China, con 58 etnias, pero  en un territorio 7-8 veces mayor que el nuestro). A ese mosaico de pueblos oriundos debemos sumar a los inmigrantes españoles, africanos, chinos, japoneses, austro-alemanes, ingleses e italianos y sus descendientes, así como a los grupos mestizos que han generado los cruces etnoculturales posteriores.
  • Es más, el Perú es —sin duda— uno de los poquísimos países donde coexisten todos los tipos y rangos  de economía y tecnología que ha conocido la humanidad a lo largo de su evolución. Una prueba fehaciente de ello es que mientras  en Lima Metropolitana ya casi todo opera con tecnología digital, en las profundidades de la Amazonía nuestros compatriotas errantes y  reacios a integrarse a la “civilización” occidental y cristiana todavía practican la caza y la recolección, como en los orígenes de la humanidad.

2) Por consiguiente, en un país con estas condiciones básicas, los diagnósticos  y recetas generalizantes están condenados a fracasar, por ser unilaterales  y frecuentemente irracionales y compulsivos.

  • Y esto es así, sencillamente, porque mientras el Perú real  es un mosaico multiétnico, plurilingüe y policultural “nación de naciones”; al frente del mismo tenemos un Estado monolingüe, monocultural y casi absolutamente urbano, que no conoce,  no entiende y ni siquiera sabe escuchar seriamente a los diversos componentes de esta vasta heterogeneidad humana; menos aún a los que moran lejos de los extramuros citadinos, como son los nativos y campesinos.
  • Entonces, lo primero que debemos corregir  para lograr un mínimo de entendimiento entre los peruanos es ese patético divorcio entre el Perú real y el Perú oficial o Estado.
  • En tal sentido debemos tener presente, incluso, que la próxima Presidenta o el próximo Presidente del Perú no será un(a) nativo(a), ni un(a) mestizo (a), sino la hija o el hijo —en primera generación— de inmigrantes extranjeros.
  • Si hemos sido capaces de llegar  a la madurez cívica  de aceptar que esto suceda con las corrientes etnoculturales que han venido  del exterior a enriquecernos, ahora nos corresponde  trabajar para hacer lo mismo con los pueblos originarios que constituyen —desde hace milenios— la gran base de nuestra nacionalidad.
  • Y esto debemos hacer no sólo por un elemental sentido de justicia humanista, sino también porque nos conviene como país: en primer lugar, porque las comunidades campesinas y nativas son las grandes depositarias de la mayor riqueza renovable, compartible e —incluso— exportable  que tiene el Perú, cual es la biodiversidad. Y en segundo término, porque el concurso activo de esas mismas comunidades resulta determinante  para la adaptación del país al cambio climático; puesto que nadie como aquéllas puede hacer los duros trabajos necesarios  entre las inhóspitas montañas, junglas y desiertos del interior patrio.

  • En consecuencia,  sea quien gane la segunda vuelta electoral para la Presidencia de la República, todos los peruanos responsables —empezando por lo agrarios— debemos persuadir a los nuevos mandos de los poderes Ejecutivo y Legislativo para que aprendan primero a escuchar a los marginados y excluidos de siempre, con el fin de facilitar la construcción de una patria incluyente y vivible para todos.
  • Comenzar a hacer algo en tal sentido debería ser el mejor tributo al Día del Campesino, el 24 de junio próximo.

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