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CARNAVALES

03 de febrero del 2016

 FIESTAS DE MI TIERRAantonio columnista

Ya se acerca la temporada de los carnavales en todos los pueblos del Perú: prácticamente desde el primer domingo de febrero, que esta vez coincidirá con la celebración del primer Día Nacional de la Pachamanca.

  • Se trata de una fiesta pagana de origen medieval e italiano, introducida al país por los españoles y que en los Andes ha adquirido el significado de jugar o pukllay en quechua.
  • En el Perú tienen renombre nacional los carnavales de Cajamarca, Huaraz (Ancash), Jauja, Marco y Tarma (Junín), Lircay (Huancavelica), Ayacucho, Andahuaylas y Abancay (Apurímac), Arequipa y Puno; además de Lima Metropolitana, donde encontramos casi todas las manifestaciones culturales del Perú profundo.
  • En todos los casos el personaje central es el Rey Momo o , con un séquito de coloridas comparsas de danzantes y cantantes. Más allá de ello, cada celebración tiene características singulares.
  • Sin ir muy lejos, esta variedad se puede apreciar en Lima Metropolitana, donde miles de las instituciones provincianas celebran sus fiestas patronales, costumbristas y cívicas con rasgos propios. Por ejemplo, la Federación Departamental de Instituciones Provinciales de Ayacucho usa incluso estadios para festejar su carnaval, por las numerosas comparsas locales que participan. Lo mismo hace la Federación Interdistrital de la Provincia de Acobamba (Huancavelica), en el Complejo Deportivo ubicado en el Km. 6.5 de la Carretera Central, con las características reglamentarias de un estadio.
  • Obviamente, mucho mejor es acudir a las propias fuentes en las tres regiones naturales del país.
  • Por ejemplo, Huamanga, la capital ayacuchana se engalana y alborota en cada carnaval, haciendo abrazar a sus barrios tradicionales y modernos, incluso para satirizar a las malas autoridades y las malas costumbres. Nadie escapa al embrujo de esta fiesta mestiza, entre urbana y rural. Al grito de “¡chayraq, chayraq!” (“¡recién, recién!”), salen las comparsas a las calles, con tinyas, pitos, quenas, mandolinas, guitarras y charangos, para visitar los barrios y las casas amigas, con botellas de buenos tragos entre manos, serpentinas, chisguetes, talco, harina y huevos con anilina y arrayán. En cada lugar los versos provocativos, irónicos, burlescos, vuelan por los aires ante el jolgorio social.

«Ningún carnaval es igual a otro en el Perú; menos aún entre lo rural y lo urbano. Todos son diferentes, con muchos rasgos exclusivos. Por eso hay que ir a disfrutarlos en vivo y en directo, para dar expansión simultánea al cuerpo y el alma»

  • Con días de anticipación han sido confeccionados los “killis”, para ser puestos al pie de los altares. Se trata de soguillas largas de cabuya en las que se amarran bizcochos, caramelos, frutas y quesitos, entre otras delicias. Tampoco se ha olvidado la visita sigilosa y nocturna a las chacras, con el fin de conseguir un árbol, que servirá para el “sachakuchuy”, corta-árbol o tumbamonte.
  • Además, en los pueblos rurales se emplean otros ritos, como el “huaracanacuy” (arrojarse frutos verdes con huaraca), el “seqollo” (latiguearse en las pantorrillas desnudas), el “lucheo” (pelea cuerpo a cuerpo) y el “manteo” (rapto de mujeres casaderas).
  • Pero quizás el carnaval cajamarquino sea —por su magnitud, variedad y esplendor— el más espectacular del país. Ahí destacan las coplas improvisadas con filoso ingenio, las pícaras “matarinas”, las comparsas de sombreros alones, los cortamontes o unshas, las noches de reinas, los bailes de antifaces y el esperado corso carnavalesco, que se desarrolla desde las 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde, por las principales arterias y plazas de la capital de Cajamarca. El Ño Carnavalón, rey de la fiesta, y sus cabezones, patrullas, conjuntos y comparsas disfrazadas irradian jolgorio por doquier, hacia la ciudad y el campo, con huaynos, marineras, cashuas y algún ritmo “moderno”.
  • Algo parecido sucede en Huaraz, la capital ancashina, donde uno de los componentes más sugestivos es el testamento del Ño Carnavalón, que no deja títere con cabeza, sobre todo de las malas autoridades y dirigentes sociales laxos.
  • Y en el distrito de Marco, provincia de Jauja, Junín, los barrios se desbordan con sus comparsas o cuadrillas, al son de tinyas, waqras (cornetas de cuerno), clarinetes y violines, para protagonizar el carnaval más celebrado del valle del Mantaro. Una característica especial de esa fiesta es el zapateo con los pies cruzados, entre la mujer y el varón.
  • El tema da para mucho más, pero como no hay espacio, basta añadir que ningún carnaval es igual a otro en el Perú; menos aún entre lo rural y lo urbano. Todos son diferentes, con muchos rasgos exclusivos. Por eso hay que ir a disfrutarlos en vivo y en directo, para dar expansión simultánea al cuerpo y el alma.
  • Por último, como la costumbre de levantar las famosas yunsas o tumbamontes significa cortar árboles, generalmente precarios en los Andes; es indispensable generalizar un acuerdo ya adoptado en varios pueblos: si se corta un árbol para la fiesta, debe plantarse —mínimo— dos, y hacerlos crecer. Es el tributo mínimo que merecen la Madre Naturaleza y las nuevas generaciones, hermanos carnavaleros de todo el Perú.

 
 
 


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