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Por: Reynaldo Trinidad Ardiles
Quizás por conformar un país de pellejo duro, memoria frágil y visión corta, los peruanos de hoy solemos tropezarnos siempre con la misma piedra, por no aprender jamás la lección.
- Dentro de este marco general, el caso más clamoroso corresponde —sin duda— a los candidatos presidenciales y congresales que dicen preocuparse por resolver los grandes problemas y necesidades nacionales, pero que en la práctica ignoran o eluden a los más importantes, como son el cambio climático y la disponibilidad de agua y alimentos para la vida.
- Hasta hace sólo dos semanas el Perú estaba estresado por los incipientes flagelos de una sequía generalizada y ahora por las lluvias torrenciales, avalanchas, cortes viales, desbordes e inundaciones en el grueso del territorio patrio; aunque especialmente en los Andes y la costa, incluyendo Lima, el gran centro del poder político-económico.
- Sin embargo, ni ayer ni ahora los candidatos aparecen en el escenario para expresar siquiera una palabra al respecto, como clara evidencia de que no tienen ni la menor idea del papel determinante del cambio climático en el futuro inmediato, mediato y lejano del país que pretenden gobernar.
- Otra explicación de tan ominoso silencio sería que ello no les interesa, porque no reditua votos y ocurre mayormente en el campo; como si lo que sucede en éste no repercutiera en toda la economía nacional.
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El desconocimiento y el desdén de los candidatos presidenciales respecto al Perú rural son tan manifiestos, que ninguno de ellos —ninguno—siquiera ha sopesado y sopesa el peso electoral de éste: 25 % del total nacional, sin considerar a los miles de campesinos urbanizados. Pues en caso contrario, todos se habrían esforzado por colocar igual proporción de candidatos rurales en sus listas para el Congreso de la República
- Obviamente, esto no es sólo culpa de aquéllos, sino también de los mismos actores del campo, por no organizarse para negociar con los políticos utilizando ese peso electoral.
- Bien, como ello ya es irreversible, ahora sólo se puede esperar las sombrías consecuencias de la casi absoluta orfandad política del agro en el próximo régimen constitucional.
- Más allá de lo expuesto, el tema de fondo es aún más grave: quienes ganen las elecciones del 10 de abril próximo y la probable segunda vuelta presidencial, asumirán el manejo de un país crecientemente apremiado por el cambio climático y las anomalías del ramo cada vez más frecuentes, irregulares e intensas en el tiempo y el espacio. Estamos hablando, principalmente, de los macrofenómenos “El Niño” (semidiluvios) y “La Niña”(sequías), la desglaciación, las heladas, nevadas y granizadas, los “veranillos”, los “friajes” y los ventarrones, así como de la relocalización de las plagas y enfermedades, igual que la aparición de nuevos azotes.
- Así indica la serie histórica oficial de estas anormalidades, sólo en lo que va del presente siglo.
- Entonces, quienes pasen a gobernar y legislar desde el 28 de julio entrante se darán cuenta del craso -—diríase suicida— error de no haberse empapado bien y previamente sobre el cambio climático, para aplicar eficientes políticas de prevención, mitigación y adaptación.
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Dentro de este marco, los candidatos deberían tomar especial conciencia sobre la principal amenaza que pende sobre nuestra patria: la escasez crónica de agua; básicamente como consecuencia de la mala distribución natural de este recurso en el tiempo y el espacio, el agotamiento irreversible de nuestros glaciares y nevados, cuyos deshielos hoy proveen el 70 % del agua que usa el Perú occidental en el largo período de estiaje, y la depredación incesante de las fuentes superficiales y subterráneas.
- ¿Será gobernable un país desestabilizado por la escasez crónica de agua? Las tardías e incluso destructivas precipitaciones torrenciales de hoy son sólo un paliativo efímero. Sin embargo, nos dan una pista de lo que debemos hacer pronto todos —gobernantes y gobernados, urbanos y campesinos— para conjurar preventivamente tal amenaza: desarrollar todas las alternativas posibles de siembra y cosecha de lluvias en los Andes, así como derivar parcialmente los ríos en la costa.
- Para comprender mejor esta urgencia, cabe recordar los siguientes hechos: 1. Cuando las precipitaciones son normales, más del 50 % de los escurrimientos va a perderse en el mar, según estudios oficiales. 2. Cuando son excedentarias, como ahora, tras caer sobre los Andes desnudos, se precipitan erosivamente por las pendientes hasta causar huaicos, desbordes e inundaciones en las partes bajas. Y 3. Cuando son deficitarias, no penetran bien en los suelos degradados de la misma región y menos aún drenan hacia la costa.
- Todos estos problemas pueden ser resueltos de una vez y para siempre con la retención de lluvias en los Andes, mediante la construcción masiva de zanjas de infiltración, microrreservorios mediterráneos, microrrepresas en cascada, lagunas artificiales, amunas o acequias rústicas de derivación hídrica hacia bofedales, reservorios o bocas de acuíferos, así como el establecimiento de plantaciones forestales y sistemas de agroforestería; entre otras alternativas viables ya demostradas por ingenieros y campesinos creativos de nuestra propia patria.
- Lo hermoso es que estas obras no benefician únicamente a la región vertebral del país, sino también —por infiltración de una parte del agua— a la costa y la Amazonía.
- En consecuencia, los candidatos medianamente responsables deberían en sus planes de gobierno dar prioridad a este proceso decisivo para el futuro sostenible del Perú, incluyendo la participación técnica de las universidades o facultades universitarias especializadas y la División de Ingeniería del Ejército Peruano. Aunque —obviamente— los únicos que pueden ejecutar las obras respectivas en las inhóspitas montañas altoandinas son los campesinos sempiternamente “ninguneados” por los políticos criollos.
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En resumen, si en los últimos años los peruanos hemos tenido alguna lección contundente, con dos situaciones opuestas y extremas en lo que va de la presente campaña agrícola, es que el cambio climático es el gran telón de fondo para asegurar la sostenibilidad y la gobernabilidad del país.
- Únicamente los irresponsables, necios y suicidas pueden cerrar los ojos ante esta abrumadora realidad.
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