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ANDENES: cinco mil años de lección no aprendida por el Perú moderno

Para retener aguas de lluvias y generar de microclimas benignos en las pendientes de la sierra, e incorporar nuevas tierras en producción

22 de marzo del 2019

Desde hace más de una década, Agronoticias propuestas de solución a los cambios y adversos que sufren los ecosistemas globales. En esta oportunidad compartimos un informe publicado en nuestra edición  N° 328 (2008), donde se injertan valiosos conceptos en torno al tema de parte de la doctora Ann Kendall, fundadora de la ONG The Cusichaca Trust, que desde hace siete años reconstruye ande­nes precolombinos entre los departamentos de Ayacucho y Apurímac.

Dichas terrazas ancestrales constituyen el mejor medio para frenar la erosión de las pendientes altoandinas, conservar hu­me­­dad en las mismas e in­cre­mentar la productividad de la tierra, como  hicieron las cul­turas prehispánicas.

Nacida en Londres, criada en Brasil y afincada en nuestro país, la Dra. Kendall ha sido testigo y partícipe de la recons­trucción de 350 hectáreas de andenerías en cuatro distri­tos de Apurímac: Pampachiri, Pomacocha y Tumayhuaraca (Andahuaylas), y Sañayca (Aymaraes), así como en cinco de Ayacucho: Larcay y Soras (Sucre), y Carmen Salcedo, Ca­bana Sur y Shipao (Luca­nas). Todo ello con fondos pro­venientes de la Unión Europea y The Community Fund de Inglaterra.

ANTIEROSIÓN Y ANTIHELADAS

La experiencia de los re­constructores de andenes, ban­cales o terrazas agrícolas indica que éstos desempeñan un rol muy importante en el mejoramiento del ecosistema y la agroeconomía altoandinos.

Pues, en primer lugar, per­miten frenar la erosión de los suelos de ladera en los perío­dos de lluvia (diciembre-marzo) y aprovecharlos productiva­mente, al detener la escorrentía de las precipitaciones pluviales y con­servar la humedad por mayor tiempo. Luego, reducen el efecto de las heladas nocturnas, ya que durante el día sus muros de piedra absorben la radiación solar, para liberarla de noche, creando así un microclima templado en su entorno.

Asimismo, los microorga­nismos que prosperan al abrigo de las rocas tienen la propiedad de aumentar la temperatura de las tierras normalmente frías, en beneficio de los cultivos y plantaciones forestales. En comparación con las laderas sin tratamiento, que dejan correr a las aguas de llu­via arrastrando a la capa fértil de los suelos, los andenes cor­tan ese proceso, en beneficio de sí mismos y de las partes bajas; lo cual  resulta clave para los meses de estiaje o seque­dad estacional (abril-noviem­bre).

“El suelo de un andén es una virtual esponja para con­servar humedad”, grafica la Ing. Jenny Mondragón Ro­zas, especialista de The Cu­sichaca Trust.

ANTE LA DESGLACIACIÓN

Sin duda, una de las mayores herencias de la ingeniería pre­colombina está en esa agro­tecnología que permite defen­der y aprovechar las tierras de pendiente en las cordilleras.

Se estima que desde Caja­marca hasta Puno existen 600,000 hectáreas de ande­nes prehispánicos, según el INRENA, y 1’000,0000 de hec­táreas, de acuerdo con el Ing. Luis Mason Meiss, uno de los mayores estudiosos del tema, quien sostiene que estarían “destruidos entre 50% y 70%”. Otros hablan de un millón y medio de hectáreas de terrazas antiguas.

¿Es viable salvar a los an­denes de la destrucción defini­tiva?

Por supuesto, dice la Dra. Kendall. Pero no sólo eso. Ahora, ante la inmi­nente extinción de los neva­dos y glaciares, restaurar y cons­truir andenes es impres­cin­dible, como parte del es­fuerzo nacional para retener y regular las aguas de lluvia, en sustitu­ción de aquéllos.

“De hecho, la reconstruc­ción de los andenes ancestra­les  —dice la doctora Ken­dall— resulta fundamental para mejorar el nivel de vida de los campesinos más pobres de la alta sierra, aunque sola no basta para ello. Hay que com­plementarla con otras accio­nes, como la restauración de los sistemas de riego y la biodi­versidad, la producción orgá­nica de  cultivos autóctonos, el mejoramiento de la salud, el desarrollo de circuitos turísticos en torno a las andenerías y la organización del mercadeo. La revaloración del capital an­dén tiene que ser integral”, señala la especialista.

TOPOGRAFÍA ESCARPADA

Como se sabe, la alta sierra del país se caracteriza por te­ner montañas elevadas y que­bradas profundas. En razón de ello, sus tierras se descuelgan en pendientes pronunciadas, que casi íntegramente depen­den sólo de las lluvias estacio­nales.

Además, como la mayor parte de las mismas no es apta para la agricultura, la población rural equivocadamente la utiliza para el pastoreo, con sobrecar­ga de animales; práctica que ha terminado por devastar a los breñales y pas­turas que antes cubrían di­chas áreas, agravan­do el gran drama de la erosión edáfica y la reducción de la biodiver­sidad.

Las culturas prehispánicas enfrentaron estos problemas mediante la construcción de andenes y sistemas conexos de riego, utilizando para ello materiales propios de cada zona y tecnologías apropiadas que —aún varios siglos des­pués— siguen asombrando al mundo moderno, tales como: las amunas, las galerías, los tú­neles, los diques enterrados, los waru warus, los bofedales, las acequias de lomas y las chacras hundidas, además de los ande­nes. Pues todos éstos  no sólo reducen los riesgos hi­droclimáticos y la erosión, sino también aumen­tan la produc­tividad agrícola y la flora.

  • Ver informe completo en Agronoticias N° 328 (2008)

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