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  • viernes 22 de noviembre del 2024

#EDITORIAL Como ángeles con una sola ala…

01 de abril del 2016

Por: Reynaldo Trinidad Ardiles
Por no entender que aunque uno  no se ocupe de la política, ella se ocupará de uno, como decía  el gran actor ítalo-francés Yves Montand, los  líderes gremiales y sociales del campo  han obrado por inercia para que éste —quizás como nunca antes—no figure  siquiera marginalmente  en el debate político para las elecciones generales del 10 de abril próximo.

  • Ya no hablamos sólo de los(as)  dirigentes nacionales que por un plato de lentejas en el traspatio del oficialismo vigente sacrificaron la elemental independencia de sus organizaciones, incluso con la frustrada expectativa  de candidatear para congresistas en el actual proceso. No. La responsabilidad es de todos los que —teniendo posiciones de liderazgo honesto en los niveles básicos, intermedio y superior de la institucionalidad sectorial— no supieron reaccionar a tiempo  para cubrir la defección, la venalidad o la felonía de aquéllos(as) y convertir al  25 % del electorado nacional —que es campesino— en un factor estratégico de negociación  con los diversos movimientos políticos. Negociación para colocar a sus mejores exponentes en las listas de candidatos para la  presidencia y las vicepresidencias de la República, así como para el Poder Legislativo, o por lo menos para arrancarles compromisos firmados en torno al cumplimiento de los preceptos básicos que amparan al agro, como los artículos 63 y 68 de la Constitución y las políticas de Estado XVI, XXIII y XXXIII del Acuerdo Nacional.
  • Algo de eso se logró —gracias a la iniciativa de esta casa periodística y el accionar unitario de las instituciones representativas del campo— en la antesala de los procesos electorales de 1985, 1990, 2001, 2006 y 2011, tal como se puede verificar en las ediciones respectivas de AGRONOTICIAS. Aunque luego los inconsecuentes ganadores del poder político pisotearían groseramente a sus promesas.
  • Sin embargo, esta experiencia debió haber servido y servir para afinar la estrategia de negociación y asegurar —incluso jurídicamente— el cumplimiento de los compromisos suscritos, con base en la decisiva unidad interinstitucional del campo.
  • Pero en vez de hacer eso, especialmente las últimas dirigencias de CONVEAGRO y la Junta de Usuarios de los Distritos de Riego del Perú trajeron abajo todo lo avanzado; hasta generar la autocastración y el autoaislamiento de la representatividad agraria frente a la política, con los patéticos resultados que todos estamos viendo o —mejor dicho— padeciéndolo.
  • Este enervamiento  es tan evidente y autodestructivo, que algunos gremios y dirigentes respetables pero desubicados, en lugar de armonizar criterios y esfuerzos con la Universidad Nacional Agraria-La Molina en torno al  foro de propuestas presidenciales para el desarrollo agrario y rural 2016-2021, realizado  el nueve último en el auditorio de aquélla,  prefirieron organizar un show paralelo al que no acudió  ningún político relevante.
  • Y como consecuencia de ello, entre resignados, distraídos y desconcertados  por las trapisondas del carnaval  preelectoral, los votantes rurales  y quienes —morando en la urbe—estamos identificados con el sector nutricio, el 10 de abril acudiremos a las urnas  prácticamente sólo para cumplir un formalismo cívico, no para contribuir a la reversión del maltrato oficial que persigue al campo desde hace 484 años.
  • Pues, salvo —medianamente— los candidatos  presidenciales Verónica Mendoza Frisch, del Frente Amplio, y Alfredo Barnechea  García, de Acción Popular, no hay en el escenario político ninguna opción que  garantice un cambio estructural en pro del  sector que da el pan de cada día a la nación entera. Y no la hay, simplemente, porque —más allá de ciertas convicciones e intenciones personales— en ninguna alternativa política existe un programa concertado con el agro y menos aún cuadros agrarios que podrían impulsarlo desde el interior del nuevo régimen

    Sin embargo, como todo es dialéctico en esta vida, lo bueno del futuro inmediato es que desnudará  la orfandad absoluta del campo en los poderes decisivos del Estado, para aprender a golpes la lección, rumbo a las nuevas elecciones generales nada menos que en el año Bicentenario de la Independencia Nacional, el 2021.

  • ¿Qué le queda hoy al sector que es el principal soporte del empleo y la alimentación del Perú, sino aprender —autocríticamente— de sus propios errores y debilidades,  para  reinventarse en aras del destino  superior que merece?
  • El factor determinante en tal sentido es la asociatividad  gremial y empresarial de los productores agrarios, campesinos y nativos, de abajo hacia arriba y siempre teniendo muy claro que la organización gremial es para promover y defender las causas comunes, sin ánimo de lucro; mientras que la organización empresarial es para ganar dinero. Aunque ambas pueden retroalimentarse en pro de los grandes objetivos sectoriales y nacionales.
  • En consecuencia, el factor decisivo para sacar al campo de la sombría situación en que se encuentra es la asociatividad. No hay otro. Pues con la unión se puede lograr todo aquello que es imposible con la dispersión; incluyendo la cercana posibilidad de manejar el poder latente del vasto electorado rural para determinar —con base en un compromiso escrito previo— quién será el ganador o la ganadora de la probable segunda vuelta electoral para la Presidencia de la República.
  • Para que se entienda mejor esto, basta mencionar  que si el campo estuviese organizado y unificado para negociar con los movimientos políticos o para  patrocinar  una  representación política propia, la cuarta parte del Congreso de la República (32 miembros como mínimo)  debería estar conformada por exponentes del sector. Aún más, los gobiernos regionales y locales de las jurisdicciones con predominio de habitantes rurales  deberían estar presididos  por valores calificados del sector o —por lo menos— tener consejeros o regidores en idéntica proporción  que los  porcentajes de votantes campesinos.

    ¿Alcanzar tales índices es una utopía? ¡No! damas y caballeros del Perú rural. Por lo pronto, en Bolivia ya es realidad. Para conseguirlos  sólo  hay que asumir —a través de la asociatividad— la hermosa metáfora que alguna vez nos dejó en estas mismas páginas el inspirado  agrónomo y poeta brasileño José De Souza Silva: “Los  pobres y los débiles somos como ángeles con una sola ala: ¡Tenemos que abrazarnos para poder volar!”.

  • Si no hay organización y unificación dentro de la megadiversidad natural y cultural del campo, ningún profeta, ningún gobierno, ni la misma Divina Providencia hará posible la redención histórica del Perú agrario crucificado por 484 años de intermitentes injusticias.

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