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Si no se hace justicia inmediata al campesino, el país no tiene futuro
Por: Reynaldo Trinidad Ardiles, director-fundador de AGRONOTICIAS
El artículo 88 de la constitución dispone en forma taxativa “El Estado apoya preferentemente el desarrollo agrario”, porque este sector produce el 70% de los alimentos de los alimentos que consumimos todos los peruanos y genera más del 30% del empleo nacional, además de representar al 25% de nuestra población y albergar el 46% de la pobreza.
- Sin embargo, como si dicho precepto solo estuviese pintando en la pared y las mencionadas estadística oficiales no significaran nada, los insensibles e irresponsables gobiernos de turno otorgan a la Función Agropecuaria en los tres niveles de gobierno apenas el 2.5% del presupuesto público, con el agravante de que el 85% del monto respectivo es destinado al pago de sueldos y servicios generales en la ciudad. O sea que al campo llega –si es que llega—una patética miseria.
- A lo anterior se suma no solo el soez incumplimiento del artículo 63 de la Carta Magna, que dispone defender a la producción nacional de todos los sectores antes cualquier forma de “competencia externa desleal”, sino también el de numerosas leyes solemnemente aprobadas en pro del agro; así como el boicot oficialista a varios proyectos legislativos que apuntan a lo mismo.
- Esto explica en gran medida la dramática situación de pobreza y vulnerabilidad extrema en que se debate más del 90% del total de productores agrarios, campesinos y nativos del país.
- Es posible que este cuadro sombrío no conmueva —una vez más— a quienes nos gobiernan y aspiran a sucederlos en breve, salvo para hacer fintas engañosas y proselitistas en la campaña electoral.
- Sin embargo, el Perú entero debe saber que si no se hace justicia inmediata al campesino, el país no tiene futuro, ningún futuro; por un factor completamente ajeno a la voluntad de gobernantes y gobernados, de urbanos y citadinos, de ricos y pobres.
- La extinción en los últimos 44 años del 43% de nuestros glaciares y nevados, cuyos deshielos hoy proporcionan el 70% del agua que requerimos en el largo periodo de estiaje; las actuales trombas destructivas de frio extremo de los Andes del centro-sur y la evolución amenazante del Fenómeno “El Niño” en nuestro mar; son las principales evidencias palmarias de tal diagnóstico, como un virtual emplazamiento de la Madre Naturaleza a la obnubilación humana.
- Se trata del calentamiento global y el cambio climático, cuyos efectos no solo tienden a trastornar e incluso destruir a los tradicionales sistemas de producción agroalimentaria e ictioalimentaria, sobre todo en los países menos desarrollados y vulnerables como el nuestro, sino también —en el caso específico del Perú— a generar una escasez crónica de agua, de la cual casi nadie podría salvarse.
- Por recibir los alimentos y el agua entre los cómodos intramuros de las urbes, sin valorar de donde vienen, quizás los peruanos citadinos aún no comprendemos que los campesinos son decisivos para seguir gozando de esos bienes en el nuevo contexto ecosistémico cada vez más alterado por dichos procesos planetarios.
- En efecto, los campesinos son determinantes, primero para adaptar al nuevo escenario climático los cultivos y crianzas de los que comemos cada día, y segundo, para ejecutar las obras de prevención, mitigación y adaptación ante los cambios drásticos del ecosistema.
- Si no, preguntémonos: por más que tengamos suficientes científicos, técnicos y fondos económicos para diseñar lo que se debe hacer ante esos inmensos desafíos, ¿Quiénes—sino los campesinos—irían a ejecutar las obras respectivas entre los desiertos ardientes, las montañas glaciales y las selvas intrincadas? ¿Quiénes? ¿los que ahora en la ciudad entierran la cabeza, miran solo de reojo e incluso pretenden minimizar neciamente los primeros coletazos letales del cambio climático?
- Gracias a la Madre Naturaleza, reiteramos, ahora no hay escapatoria: casi medio milenio después de la fecha, en que comenzó el inicuo proceso de menosprecio contra el campesinado nacional, ahora se le tiene que hacer justicia, si no queremos que el Perú entero colapse en pocos años más de hambre y de sed.
- En consecuencia, pensando en el porvenir de nuestros hijos y sus descendientes, no hay alternativa para los estratos sensibles del régimen vigente, los políticos ávidos de asumir el poder en lo inmediato y todos los peruanos medianamente lúcidos, que actuar hoy para saldar esa gran deuda histórica. Pues cualquier morosidad al respecto significaría únicamente acelerar y agravar la hecatombe cantada.
- Paralelamente, los varones y las mujeres del campo deben tomar conciencia no solo de los derechos sino también de la providencial oportunidad que les ha servido la Madre Naturaleza para exigir el cumplimiento perentorio de aquellos, en beneficio compartido de sí mismos y la patria en pleno.
- En otras palabras, ya no solo por el imperio de la razón, sino también por la fuerza del instinto de conservación, todo el Perú de nuestros sueños y desvelos tiene que ponerse de pie para hacer justicia—sólo justicia—al campesinado nacional, incluso para tener la posibilidad cierta de arribar al Bicentenario de la Independencia Nacional con la bandera enhiesta de un héroe vivible para todos.
Publicado en la edición N°414 – 2015 – pág. 3
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