

La ganadería lechera es una actividad apasionante y a la vez muy sacrificada. No hay domingos ni feriados porque a las vacas se les alimenta y ordeña 2 o 3 veces al día durante el año.
Para muchos ganaderos las vacas son su mayor patrimonio y son tratadas como parte de la familia.
En tiempos difíciles como los que vivimos ahora, por el incremento desmesurado de los costos de los insumos (maíz, soya, chala, alfalfa, etc.) que no pueden ser trasladados al precio de la leche al consumidor, los ganaderos deben tomar decisiones difíciles como reducir el hato y quedarse solo con las vacas más productivas o cambiar el tipo de alimentación y, en efecto, bajando la producción y productividad de las vacas, especialmente si no se tiene piso forrajero.
Es en estas épocas que desaparecen muchos pequeños productores porque no logran cubrir los sobrecostos e ingresan a un estado de quiebra. Solo los más eficientes logran sobrevivir.
Este proceso se da a nivel mundial y desde hace muchos años. La mayoría de las vacas no desaparecen ya que cambian de manos y algunos ganaderos, los más eficientes, crecen bajo la premisa de economías de escala para reducir costos fijos y liberar margen y así poder enfrentar el encarecimiento de los insumos.
Otros ganaderos deciden dejar de dar alimento balanceado a sus vacas para bajar costos y por ende bajan su producción, pero se mantienen en niveles de subsistencia mientras pueden.
Estos ciclos solían darse cada 7 años y, por ello, se hablaba de 7 años de vacas gordas y 7 años de vacas flacas. En esta época, el ciclo se ha acortado a 4 o 5 años, gracias al semen sexado y las mejoras tecnológicas en relación a la nutrición y reproducción.
Sin embargo, vemos como cada día los márgenes son más estrechos y en muchos casos los ganaderos se están descapitalizando o perdiendo dinero.
Esto último es preocupante porque la población sigue creciendo y las necesidades de alimentación también. Si desaparece la ganadería de leche en el Perú, por no ser rentable, en poco tiempo tendremos que importar leche para alimentar a la población y esta terminará siendo mucho más costosa que la producida localmente.
Debemos trabajar juntos los gremios, la industria y el gobierno para viabilizar caminos de salida a esta crisis que afecta a más de un millón de pequeños ganaderos del país. De lo contrario, la situación se agravará produciéndose una descapitalización aguda del campo con consecuencias terribles para las familias involucradas.
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