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15 de septiembre del 2024Opinión | Se agudiza el caos agrario
La intención de esta nota no es alarmar, sino poner en contexto que las debacles del agro se vienen agudizando y el Estado, mejor dicho el Gobierno, no asume una actitud más propositiva.
Escribe el Ing. Eco. Juan José Vera del Carpio, director técnico de la Asociación “Kausa” ( [email protected] )
“Confía en el tiempo Sancho, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades” (Don Quijote de la Mancha).
Vuelvo a recurrir a la sabiduría del inolvidable Don Quijote de la Mancha, quien sabiamente advierte a los ansiosos y desesperados que la paciencia se disfraza de tiempo y que hay que esperar mejores momentos, pues las sorpresas maduran con el pasar de los días y en el momento menos pensado se presenta la solución”. Esa, tal vez, sea la actitud positiva que en estos días de crisis podamos tener, en vista que los responsables de liderar una salida no lo hacen, por miedo, ignorancia o intereses. Lo cierto es que la crisis nacional agraria se profundiza sin mostrar una vía que nos conduzca a una solución.
Pero la espera, en el caso del sector agropecuario, tiene un alto costo, pues los productos que se desarrollan según un ciclo natural se van deteriorando en la medida que los recursos financieros, tecnológicos y otros van faltando.
Ese es nuestro caso. La crisis política y de gobierno nos toma con la guardia baja, luego de transitar sufrida y resignadamente por dos años de paralización de actividades por la pandemia. Hoy la crisis nacional y la importada del resto del mundo nos pinta el futuro de gris oscuro, alejándonos de la alegría de vivir y sin fuerzas para protestar por la falta de políticas que amortigüen el drama nacional y, que blandiendo mensajes trasnochados, agudizan nuestro problemas con la esperanza que ya vendrán días mejores. Nada más falso. Muchos de los problemas del agro se agudizan y ya empiezan a pasarnos la factura.
El entorno nacional
Prosiguiendo la metodología de las necesarias previsiones macroeconómicas, el Ministerio de Economía y Finanzas, en el Marco Macroeconómico Multianual (MMM) para los años 2023 al 2026, rebaja las expectativas de crecimiento del PBI a rangos que van entre 3,2% a 3.5%, lo cual significa reducir las tasas de crecimiento previstas anteriormente, por lo menos, para el 2023. En todo caso, debemos destacar que estas metas, que son más optimistas que objetivas, simplemente apuntan a seguir manteniendo los niveles de pobreza actuales.
Recordemos que para que en un período de 25 años dupliquemos el nivel de producción y, con ello, los ingresos de las familias, el país no puede dejar de crecer entre 5 y 6% al año y esta debería ser una meta o piso base. Todo lo demás no sirve. Estamos dejando a nuestros hijos un país pobre, con dificultades evidentes de viabilidad.
Es en medio de este entorno en el que se desarrollará el “crecimiento” sectorial agropecuario. Veamos cómo, progresivamente, nos vamos encaminando a ese escenario, a través de las primeras manifestaciones de desgobierno y crisis sectorial.
Los fertilizantes
El Instituto Crecer hace pocos días publicó una breve investigación titulada “La Apuesta de la Agricultura por la Seguridad Alimentaria”. En dicho trabajo se presentan interesantes conceptos que resumimos así:
- El Banco Mundial ha advertido una nueva crisis alimentaria mundial.
- El aumento de los precios de la energía y las sanciones a Rusia han afectado fuertemente la oferta de fertilizantes en todo el mundo.
- El Perú importó el año pasado el 55% de fertilizantes de Rusia (este insumo representa el 30% del costo promedio de la producción). Los nuevos costos y la escasez de urea y otros, combinada con la baja de precios por disminución de la demanda, afectan gravemente a muchos pequeños productores nacionales.
- Sin embargo, el Perú es autosuficiente en producción alimentaria. El 90% de lo que consumimos lo producimos, mientras que sólo el 10% lo importamos. Los recursos financieros para la importación de estos alimentos vienen de la agroexportación, que representa el 13% de la producción nacional.
- El atraso tecnológico se manifiesta en que sólo el 17% de productores utiliza fertilizantes inorgánicos, siendo que la gran mayoría, especialmente de la agricultura de sierra y selva, emplea fertilizantes orgánicos, sea guano de islas u otros producidos por ellos mismos.
En todo caso, podríamos subsistir en la pobreza sabiendo que hambre aguda no vamos a tener, si es que mantenemos los mismos niveles de producción agrícola del año 2019, lo cual no parece que vaya a ocurrir, dada la escasez de fertilizantes.
Como se sabe, el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) ha tenido 4 rotundos fracasos, en menos de 3 meses, para lograr importar un primer lote de urea, todo a causa de no saber conducir transparente, legal y adecuadamente los procesos de licitación. Tal como va el proceso, al cierre de la presente edición, en el mejor de los casos la urea importada por el Midagri estará en manos de los campesinos recién en la primera quincena de noviembre !un poco tarde!, lo que obligadamente redundará en la baja de la productividad de algunos productos, que desde ya tienen problemas, sino veamos algunos primeros casos.
Arroz y papa
De acuerdo con lo informado por la Dirección General de Políticas Agrarias del Midagri, a cargo de Rigoberto Coico Monroy, este año se sembrarán 2.1 % más de hectáreas agrícolas que las registradas en la campaña 2021-2022. Si consideramos que en igual período la población nacional crecerá en 1.9%, estamos diciendo que la disponibilidad alimentaria agrícola prácticamente seguirá inalterable, pero con un perfil a la baja en algunos productos. Veamos:
Se han fijado 22 productos como los que mayor contribución tienen al Valor Bruto de Producción. Sin embargo, es preocupante lo que ocurrirá en dos productos básicos en la canasta familiar: arroz y papa
En el caso del arroz se informó que se sembrarán 408,107 hectáreas, lo que significaría una caída de -2.1% (8,937 hectáreas menos) frente a las 417,044 instaladas en promedio en las últimas cinco campañas y una reducción de -0.6% (2,585 hectáreas menos) respecto a las 410.692 hectáreas instaladas en la campaña 2021/2022. Este volumen de tierras cultivadas de arroz no asegura necesariamente una disponibilidad igual de producción, pues como se sabe el arroz demanda fertilizantes, de los cuales a la fecha no se dispone y su costo de 600 a 700 soles por quintal es tres veces superior al de la última campaña. En tal sentido, los productores están descapitalizados, pues los precios de venta en chacra apenas si han subido en 20%. El propio Midagri reconoce que las perspectivas de la producción de arroz para el año 2022 alcanzarían las 3´214,475 toneladas de arroz cáscara, lo que significaría una disminución de -7.5% respecto al promedio alcanzado en los últimos cinco años.
Respecto a la papa, la situación es similar. Se sembrarán 331,165 hectáreas en la campaña 2022/2023, lo que representaría una disminución de -2.9% (9.834 hectáreas menos) en comparación a las 340,999 hectáreas sembradas en promedio en las últimas cinco campañas y una dramática caída de -7.4% (26,645 hectáreas menos) frente a las 357,810 hectáreas instaladas en la última campaña (2021/2022).
A la disminución de hectáreas se sumará inevitablemente la baja de la productividad por la ausencia oportuna de fertilizantes, en especial para los pequeños productores de la costa y sierra. Nada hace suponer que esta situación se corregirá en el corto plazo, por lo que no hay un buen augurio del abastecimiento de papa nacional, a partir de enero del próximo año, asunto que redundará en el precio de los mercados de consumo, aunque no necesariamente en el precio en chacra, en la medida que la descapitalización campesina por la pandemia los llevará a entregar, en emergencia, su producción a precios bajos. El Midagri ha previsto que al año 2023, la producción nacional de papa alcanzaría las 5´164,449 toneladas, lo que significaría una fuerte contracción de -10.7% en comparación al promedio alcanzado en los cinco últimos años. El ministerio deberá estudiar desde ya si eso causará un desabastecimiento temporal y las medidas de corrección necesarias.
Huevos y Pollo
Los bolsillos familiares han empezado a sentir un serio impacto. En la última semana de agosto, los precios del pollo y huevos empezaron a escalar peligrosamente. En mercados populares de Lima el precio del pollo llegó a 13 soles el kilo (contra S/6.50 de hace diez meses y el de los huevos a 18 soles kilo, contra los 12 en que se mantenía semanas atrás).
El movimiento se debió, en ambos casos, a la notable baja de la producción, la misma que responde a un deterioro del consumo, el cual también es consecuencia de la poca velocidad a la que se recupera la economía nacional, luego de la pandemia.
Si bien es cierto el tema es notorio en Lima, también a nivel nacional hay un impacto importante. Por ejemplo, Alex Jer, presidente de la Asociación de Avicultores del Sur, declaró que “en el 2020 llegamos a 33 millones de gallinas ponedoras, el 2021 bajamos a 29 millones y ahora en el 2022 estamos apenas en 23 millones. Todo a consecuencia de la suba de precios de los insumos, pero especialmente por la disminución de la demanda”. Se entiende que el pollo y el huevo son los productos populares de mayor consumo a nivel nacional, pero el poder adquisitivo sigue a niveles de subsistencia y más gente retrocede de su status de clase media a pobre y de pobre a pobre extremo.
Café
En el caso del café es un problema no tanto de producción, sino de disminución progresiva de la productividad, el mismo que se trata de un problema estructural, ligado a la vida productiva de los cafetos. Como se sabe, tanto la Junta Nacional del Café, (cuya gerencia desde hace décadas está a cargo de Lorenzo Castillo) como los otros gremios de pequeños productores, durante años vienen solicitando apoyo para resembrar e instalar nuevos plantíos, pues los existentes bordean los 15 a 20 años de vida. Con el tiempo la productividad disminuye. Hoy, en promedio, los cafetaleros peruanos tienen una productividad promedio de 15 a 20 quintales por hectárea (entre 750 a 1,000 kilos), mientras que sus competidores, en otras partes del mundo, tienen productividades de 2,500 a 4,000 kilos por hectárea.
Estamos atrasados en tecnología, de siembra, pues la densidad promedio de cafetos está entre 7,500 a 10,000 plantas por hectárea, mientras que en el Perú no llega a la mitad, pues hace décadas se trabajaba con tecnologías tradicionales. Esto redunda en calidad y precios.
Ciertamente tenemos éxitos puntuales en café, muy parciales en calidad y sabor, como el caso de la producción “Tunki” de Sandia o los cafés orgánicos que se disputan con los cafetales de Etiopía, el liderato mundial de esta producción. Etiopía reporta mayores áreas de cultivo, pero el Perú tiene mayores variedades y calidad.
Por otro lado, las estadísticas de ventas de café, este año, son muy favorables, pero no se considera que en ellas hay contenidas la producción que se quedó del último trimestre del año pasado y que los precios internacionales del café nos favorecen largamente. El primer semestre de Este año hemos exportado por un valor de 436 millones de dólares contra 193 millones del mismo período del año pasado. En este punto la pregunta es: ¿Cuánto de estos beneficios económicos internacionales llegan directamente al pequeño productor agrario? En esto hay mucho que debemos trabajar, pues sino los éxitos de hoy, con los mismos sembríos y tecnología atrasados, resultarán en el futuro deterioro económico de las familias cafetaleras.
Vale la pena recordar la información siguiente proveniente del Midagri: el área de siembra del café llega a 450 mil hectáreas, según medición a base de evaluaciones satelitales, sin embargo, en 2019 dicho ministerio indicó que había un abandono de 50.000 hectáreas de café ese año, en comparación a las 405 mil hectáreas (en manos de 225 mil familias) registradas en el IV Censo Nacional Agropecuario (IV Cenagro), realizado en 2012. Hay que renovar nuestros cafetos, pero ¡ya!
Palta y quinua
No puedo dejar de mencionar brevemente la inacción y la falta de orientación estatal en estos dos productos que tanto interés y esperanzas tienen en muchos pequeños productores.
En el caso de las paltas, de gran demanda mundial y alta competitividad, el Midagri debería liderar un estudio de mercado que señale las pautas mínimas de producción y productividad para pequeños productores que con gran ilusión ingresan a este mercado. Hay evidencia empírica que con menos de 15 hectáreas de producción no se obtiene el éxito esperado. Falta orientación estatal. Las pérdidas de un pequeño productor no tiene el mismo impacto familiar que el ocurrido en una empresa.
En el caso de la quinua, desde hace años se sigue esperando que entre los ministerios de Agricultura y Producción se promueva la incorporación de la quinua a la harina de panificación, en 4%. Sería un gran impulso para los pequeños productores, que agregarían una demanda de cerca de 60 mil toneladas de quinua. Siempre se habló que el precio del pan subiría en 6% si se daba esta medida. Hoy el pan ha subido en 300% sin ningún beneficio para la producción nacional. Una pena que estemos sin regulación en este punto.
El espacio se agota. Otro día hablaremos sobre el fracaso de la tan mentada Reforma Agraria. La intención de esta nota no es alarmar, sino poner en contexto que las debacles del agro se vienen agudizando y el Estado, mejor dicho el Gobierno, no asume una actitud más propositiva. Como Don Quijote, quedamos esperanzados que el tiempo nos traerá una solución…!Pero ya!
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