Áncash: comunidades se organizan para proteger y conservar las montañas

Cada amanecer, Fructuosa Cruz mira hacia la cima del nevado Huascarán, la montaña más alta que cubre a la comunidad campesina Cordillera Blanca ubicada en Canrey Chico, provincia de Recuay en Áncash. Para ella, las montañas son como la casa de Dios, razón por la cual hay que respetarla y conservarla, además de agradecerle por todos los beneficios naturales que les brinda.

En su pueblo se han organizado para proteger y conservar adecuadamente los ecosistemas montañosos que les rodean. Para ello han conformado un Comité de Investigación frente al Cambio Climático, con el apoyo técnico del Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña, entidad adscrita al Ministerio del Ambiente (Minam).

Fructuosa cuenta preocupada que, desde los últimos años, dichos territorios han ido cambiando y con ello la forma de afrontar los fenómenos naturales. “Antes, los nevados y el agua que viene de ellas eran diferentes. Más limpios eran, ahora en cambio, están diferentes. Hasta el color del agua del río ha cambiado, antes era negra y ahora es anaranjada”, advierte.

Las aguas del Río Negro (al que se refiere) tienen ese color debido al proceso de acidez de las rocas que, al quedarse sin glaciar, dejan discurrir metales pesados hacia el torrente. Esto se conoce como lixiviación, lo cual está contaminando las aguas en las montañas.

Frente a esta situación, la comunidad campesina Cordillera Blanca ha iniciado el proceso de la cura del agua (biorremediación, con ayuda de plantas se realiza la limpieza natural del agua de metales nocivos para el consumo humano y animales) y están socialización esa experiencia a otras comunidades para trabajar de forma conjunta en favor de la conservación de las montañas.

En ese contexto, el Inaigem está desarrollando estudios en las 20 cordilleras del Perú, de las cuales 18 tienen masa glaciar. Para dichas investigaciones ha sido importante contar con la participación de las comunidades, porque sus conocimientos ancestrales, unidos a la ciencia, han permitido aplicar soluciones prácticas para salvar las montañas.