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15 de septiembre del 2024¿Qué hacer con un Estado nacional paralizado?
Solo con un Estado fuerte junto a una nación cohesionada, a pesar de sus discrepancias, podremos sobrevivir a los grandes desafíos que le esperan al mundo en los años venideros
El Perú ocupa los primeros lugares en ranking de biodiversidad genética y en la extraordinaria calidad de su culinaria. En nuestro territorio nace el río más largo del mundo, el río Amazonas, “el monarca de los ríos”, como cantaba el poeta Pablo Neruda y también tenemos, como el resto de la cuenca amazónica, la Yana Allpa, la tierra más fértil del mundo.
También podríamos liderar y ocupar el primer lugar en otros campos, por ejemplo en la política, como un país que es como un nave al garete y sin rumbo, sacudida por los oleajes de la inestabilidad, la corrupción y la incapacidad de la clase política. Solo un ejemplo de una lista interminable. El (des)gobierno de Pedro Castillo ha cambiado en las 56 semanas de gestión un ministro por semana, de un total de 62 ministros.
El impacto de esta inestabilidad en el Estado, en el aparato público, tiene un enorme costo social y económico sobre todo teniendo en cuenta que tenemos un Estado ineficiente para la mayoría de los peruanos, con altas tasas de corrupción y capturado por las élites del poder que han convertido a ese Estado en un botín.
El efecto y resultado de este Estado casi paralizado por la incesante e interminable rotación de sus más altos funcionarios y servidores lo analiza el diario “La República” en su editorial del 25 de agosto último, cuando afirma: “Pues la parálisis y el inmovilismo en el aparato estatal, la incapacidad de uso de los recursos, el quiebre de los compromisos, acuerdos, convenios, que estuvieron en la fase de negociación o en estudio de prefactibilidad y ante la presencia de nuevas autoridades, las gestiones avanzadas vuelven a fojas cero”.
En efecto, a fojas cero. Hace poco, la Contraloría de la República informó que en el Perú estaban paralizadas un total de 2,369 obras, con una inversión inmovilizada de 22,453 millones de soles. El cambio de un ministro por semana en el gobierno de Castillo hará que estas obras sigan sin ejecutarse. Porque el nuevo ministro y su equipo empezarán de cero y cuando estén a punto de tomar las decisiones correspondientes, serán cambiados. Así, la historia continuará como en el mito de Sísifo.
Lo peor, de acuerdo al contralor de la República, Nelson Shack Yalta, es que la situación de parálisis puede ser peor cuando los nuevos alcaldes y gobernadores elegidos en las elecciones del 7 de octubre próximo asuman sus funciones. Porque cada uno de ellos tiene sus prioridades en la gestión pública y como muchos políticos y funcionarios padecen el “complejo de Adán”: con ellos empieza la historia y, por la tanto, las obras de los alcaldes y gobernadores anteriores quedan en el olvido.
A la inestabilidad política y a la ruleta de ministros que paralizan e inmovilizan al Estado, afectando severamente la ejecución de obras, especialmente en el interior del país, castigando a los sectores más pobres y marginales, se suman los conflictos sociales y políticos que paralizan obras en ejecución.
En el año 2021 se contabilizaron 198 conflictos, 52 en la región Macro Norte (la región Loreto contabilizó 19 conflictos en el año 2021), la región Macro Sur tuvo 42 y la región Macro Centro 31 conflictos.
Todo esto ocurre en un país como el Perú con enormes déficits en infraestructura, con precarios servicios básicos como salud, agua potable, alimentación, saneamiento y con insoportables desigualdades sociales.
Un país que solo puede cambiar cuando se pongan en marcha reformas estructurales en el Estado, la salud, la seguridad, en la educación, la justicia, el sistema electoral, la economía, el agro.
Sobre todo en el contexto actual de crisis sistémica en la que la guerra Rusia-EE.UU. (Ucrania es la carne de cañón que pone los muertos), ha hecho trizas el sistema global, elevando los precios de los alimentos, los combustibles y otros bienes básicos de la economía y el consumo mundial, entre otros impactos.
La FAO acaba de alertar sobre la tragedia alimentaria que se avecina: los precios mundiales de los alimentos subirán en más del 22 por ciento. Por su parte, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres ha clamado pidiendo “hacer todo lo posible para evitar un huracán de hambre y el colapso del sistema alimentario mundial”.
Un colapso que la paralización del Estado en el Perú puede convertir en cataclismo. Por eso, creemos, ha llegado la hora de que los peruanos se junten, se articulen, sumen sus fuerzas para encontrar una salida.
La Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales (ANGR), bajo la presidencia de Jean Paul Benavente, gobernador del Cusco, coincidiendo con otras organizaciones políticas y sociales, acaba de plantear en el “Encuentro por la unidad y la gobernabilidad democrática” un adelanto de elecciones generales, propuesta que coincide con la formulada por el expresidente Francisco Sagasti.
Porque el gobierno de Castillo es inviable. Es un túnel sin salida. Castillo representa lo que en el Perú es una suerte de fatalidad: el país de las oportunidades perdidas. Como dice el historiador Antonio Zapata, hizo trizas su capital simbólico: “Su capital simbólico era elevadísimo, un maestro rural andino en el año del Bicentenario. Le hubiera bastado hacer un gobierno medianamente ordenado para estar en el mejor de los mundos”.
Es entonces la hora de convertir al Estado peruano en un Estado al servicio de todos los peruanos. Un Estado justo e igualitario.
Porque “solo con un Estado fuerte junto a una nación cohesionada, a pesar de sus discrepancias, podremos sobrevivir a los grandes desafíos que le esperan al mundo en los años venideros”, como vaticina la historiadora peruana Carmen McEvoy.
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